Roté mi cuerpo, y golpeé sin darme cuenta el mueble cojo de
mi derecha, la agitación del impacto movió el jarrón de porcelana que se
encontraba sobre él, precipitándolo al suelo y haciéndolo añicos. El estallido
y la dispersión de los trozó provocó en mi un crack interno, originándome en el pecho un peso, voces en mi cabeza,
sentimientos desagradable expandiéndose por todo mi cuerpo, creándome
inutilidad, convirtiéndome en el peor de
todos mis temores “¿Has visto lo que has
hecho?” Una voz, un tono torturado invadió mi mente, era mi voz, mi propia
voz. “Eso te pasa por ser tan gorda”
Escupió sobre mi esas palabras, atravesándome la entrañas en aquel momento, provocándome
las ganas de llorar… Caí de rodillas, débil mi cuerpo, me apoyé sobre los
cristales rotos del jarrón, creándome cortes en éstas… Mis lágrimas brotan,
dejando un camino de dolor en mis mejillas…
-Lo… Lo siento…- Gemí y eche a llorar como una niña
desamparada. – Lo siento…- La angustia y el odio, necesitaba castigarme, esta
vez no podía perdonarme a mi misma. “Todo
el mundo te odia”.
-Todos lo hacen… Me odio, no merezco a nadie.
“Nadie va a querer jamás
a una obesa e inútil como tú”
-Nadie lo hará…Jamás...
“Jamás…”- La voz
me provocaba un jadeante agobio, irritando
sobre mí un odio colosal, culpabilidad llevada a los extremos. Lloraba, no podía
parar esta vez, débil, incapaz de poder hacer nada.
“Nadie querrá
socorrerte aunque te vean tirada en el suelo”
- Nadie sabe nada ¡Cállate!
“Tu misma te odias, no
tienes el perdón de nada, cada día que pasa solo haces más inútil este mundo,
no eres el único estorbo de los demás, también lo eres de ti misma ”
-¡Déjame en paz…! – Grité y se hizo el silencio, esperé
rendida en el suelo, mis rodillas estaban más ensangrentadas, la porcelana rota
incidían más la piel. Sentía aun las ganas de llorar, pero no salían ya más lágrimas,
sollozaba, acompañada de nauseas, me levanté y cogí el trozo de cristal más
grande, estaba descalza y me puse en pie, pisando los demás fragmentos, no dolía,
no sentía nada, caminé hacia mi cuarto. Oscuro, el más frío de la casa, casi
vació, con vasos de agua sucios apoyados en cada uno de los distintos y escasos
muebles, algunas vendas sucias con pelusas de polvo y restos de sangre seca
tiradas por el suelo.
Esta vez el castigo duraría un mes, hasta entonces, no saldré
de este cuarto, así aprenderé a ser menos torpe. Odio incrementado, esta vez
no se si la sangre dejará de brotar y
manchar el suelo... esta vez no se si la sed aumentará mi enfermo remordimiento…
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