domingo, 19 de enero de 2014

Como el cristal



Roté mi cuerpo, y golpeé sin darme cuenta el mueble cojo de mi derecha, la agitación del impacto movió el jarrón de porcelana que se encontraba sobre él, precipitándolo al suelo y haciéndolo añicos. El estallido y la dispersión de los trozó provocó en mi un crack interno, originándome en el pecho un peso, voces en mi cabeza, sentimientos desagradable expandiéndose por todo mi cuerpo, creándome inutilidad, convirtiéndome en el peor  de todos mis temores “¿Has visto lo que has hecho?” Una voz, un tono torturado invadió mi mente, era mi voz, mi propia voz. “Eso te pasa por ser tan gorda” Escupió sobre mi esas palabras, atravesándome la entrañas en aquel momento, provocándome las ganas de llorar… Caí de rodillas, débil mi cuerpo, me apoyé sobre los cristales rotos del jarrón, creándome cortes en éstas… Mis lágrimas brotan, dejando un camino de dolor en mis mejillas…

-Lo… Lo siento…- Gemí y eche a llorar como una niña desamparada. – Lo siento…- La angustia y el odio, necesitaba castigarme, esta vez no podía perdonarme a mi misma. “Todo el mundo te odia”.
-Todos lo hacen… Me odio, no merezco a nadie.
Nadie va a querer jamás a  una obesa e inútil como tú”
-Nadie lo hará…Jamás...
“Jamás…”- La voz me provocaba  un jadeante agobio, irritando sobre mí un odio colosal, culpabilidad llevada a los extremos. Lloraba, no podía parar esta vez, débil, incapaz de poder hacer nada.
Nadie querrá socorrerte aunque te vean tirada en el suelo”
- Nadie sabe nada ¡Cállate!
Tu misma te odias, no tienes el perdón de nada, cada día que pasa solo haces más inútil este mundo, no eres el único estorbo de los demás, también lo eres  de ti misma ”
-¡Déjame en paz…! – Grité y se hizo el silencio, esperé rendida en el suelo, mis rodillas estaban más ensangrentadas, la porcelana rota incidían más la piel. Sentía aun las ganas de llorar, pero no salían ya más lágrimas, sollozaba, acompañada de nauseas, me levanté y cogí el trozo de cristal más grande, estaba descalza y me puse en pie, pisando los demás fragmentos, no dolía, no sentía nada, caminé hacia mi cuarto. Oscuro, el más frío de la casa, casi vació, con vasos de agua sucios apoyados en cada uno de los distintos y escasos muebles, algunas vendas sucias con pelusas de polvo y restos de sangre seca tiradas por el suelo.

Esta vez el castigo duraría un mes, hasta entonces, no saldré de este cuarto, así aprenderé a ser menos torpe. Odio incrementado, esta vez no se si la  sangre dejará de brotar y manchar el suelo... esta vez no se si la sed aumentará mi enfermo remordimiento…


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