El cielo estaba gris, y sobre las nueve de la mañana ya daba
comienzo a aquel ritual de prepararse el desayuno, tan solo un café con leche,
quizás un amargo y triste café con leche, un par de cucharadas de azúcar y
listo. Por fin, sentada en uno de los sofás viejos del salón triste y apagado, quizás
demasiado frío para lo que ella realmente era o ¿Tal vez fue?
Los muebles quedaron más viejos de lo que eran dentro del
ambiente que en otros tiempos fue el de un acogedor hogar, nada era lo mismo,
las flores del jarrón que tantas veces rompió como arregló quedaron marchitas,
ella pensaba que estaban acorde a lo que ella es ahora, la verdad es que toda
la estancia quedó acorde con su rostro, inexpresivo, descuidado, desgastado.
Recordó que era su cumpleaños, aun el desayuno estaba intacto,
aun no había tomado sorbo, tan solo lo observaba sentada, con las rodillas
sobre el pecho y las piernas rodeadas por sus lánguidos brazos, con la mirada
perdida en aquel mes de marzo, le vino a la memoria el signo zodiacal al que
pertenecía, aquel pececito alocado que fue, esa explosión de sentimientos y esa
actuación tan impulsiva que tanto definió su comportamiento, así era ella,
enamorada, amante, llena de sentimientos, sentimientos a flor de piel, la alegría
y la tristeza juntas, la personificación del amor, buena bailarina cuando se
trata de llevar el ritmo de la mirada, sabía como seducir con tan solo enviársela
a la persona que en ese momento rozó su atención, siempre sonriendo, pero en
soledad llorando, sumergida en las profundidades de la emoción. Pero todo
aquello fue, quedando extinguido por el dolor.
El desengaño y la verdad que no veía la sacaron fuera de
aquellos océanos del desarraigo, siempre negándose y queriendo sumergirse más,
a contracorriente, hasta perderse, saboreando la soledad y pedir auxilios mudos
no soportaba ahogarse más en su propio entorno.
Si pudiera ahora escribir sobre todas aquellas pasiones que
perecieron junto a su corazón, quizás agotaría todo el papel del mundo, quizás
todos los bosques existentes acabarían devastados, como todo aquello que ya no recuerda
pero una vez sintió; que las mentiras violaron su corazón una y otra vez,
rasgando todas sus paredes, haciéndolo completamente insensible a todo.
En eso la convirtieron, en un ser inexpresivo, un ser hueco,
demasiado frío para la calidez que desprendió su sonrisa en otros tiempos, su
mirada actualmente hundida no decía ya nada, sus mejillas dejaron de ser
coloradas, la erosión de su rostro perdido saludaba la realidad.
Siempre la llamaron la atención por no tener los pies en la
tierra, y ahora que los tiene no sabe por qué se sienten como una náufraga en
un mar que no aparece en los mapas, flotando sin llevarla a ningún destino, día
tras día.
El triste café ya está frío, y la mirada rota que se había
perdido en él, era arropada por sus párpados, mantiene sus deseos dormidos,
como su alma. Aun así en su interior aun quedaban esperanzas soñadoras, entre
sus sueños naufragaba, temía volver a sumergirse en aquel mar donde tanto perdió,
aunque en su subconsciente aun conservaba algunas de las esperanzas para encontrar
la sonrisa que la hicieron sentirse protagonista entre todos los corales, como el
destello de la luna sobre lo que fueron sus mares.
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